«Soy una mamá que perdió a su hijo, el soldado Daniel Ugalde de 20 años, en la guerra de Malvinas. Un hijo que está enterrado en una tumba NN en la tierra por la que entregó su vida. Su cruz dice “Soldado Argentino solo conocido por Dios”. No es el único: hay 123 cruces blancas sin nombre en el cementerio de Darwin.
El día que ellos perdieron su vida, también perdieron sus nombres. Muchos padres no tenemos una tumba donde dejarle una flor o una oración a nuestros hijos. Julio Aro, veterano de Malvinas, junto a un grupo de gente de gran corazón, comprendió nuestro dolor y nuestro reclamo. Visitó a cada una de las familias y llevó la causa por la identidad de nuestros chicos a las más altas esferas del Estado.
El domingo 30 de agosto se cumplen dos años desde que los antropólogos del Equipo Argentino de Antropología Forense, junto al ministerio de Justicia, nos pidieron una muestra de sangre para hacer el Banco Genético de Malvinas, tener el ADN, y lograr devolverle el nombre a los caídos. En ese momento mi corazón se aceleró y nació una nueva esperanza: nuestros hijos, aquellos que dieron la vida por la Patria, no iban a ser olvidados. Pero pasan los días, las semanas, los meses, los años, y no hay respuestas.
Por eso hoy me atrevo a escribir esta carta, en nombre mío y de esos l93 familiares de caídos que ya dieron esa gotita de sangre.
El expediente por la identificación de los 123 NN de Malvinas está en manos del embajador Daniel Filmus, sabemos que lo supervisa la Cruz Roja Internacional, y la presidenta Cristina Kirchner dijo que la causa ya la tiene el gobierno inglés de quien dependería el “sí” a este causa Humanitaria. Pero no hay respuestas. Nadie nos llama para decirnos cuánto más tendremos que esperar. Tengo 80 años y no quisiera irme de este mundo sin poder ver escrito el nombre de mi hijo sobre esa cruz blanca.
A los papás nos corre el tiempo, no podemos seguir esperando. Pasaron 33 años desde que ellos partieron para no regresar. En las islas dejaron su sangre y su vida. Y hoy nosotros también dimos nuestra sangre para que ellos puedan ser identificados.
El Papa Francisco, a quien le llevamos esta cruzada, nos dijo: “Toda madre merece tener una tumba donde llevarle una flor a su hijo. Hare todo lo que esté a mi alcance para ayudarlas”. Sabemos que Dios, en su infinita bondad no se ha olvidado de nuestros hijos y los tiene en su memoria. Pero nosotros, los familiares de los caídos, necesitamos poder llorarlos y honrarlos en una lápida que diga su nombre.
Por eso hoy, con tristeza pero aun con esperanza, les ruego a los políticos argentinos e ingleses, que tengan piedad y comprendan que los papás no tenemos el tiempo que requiere la política, porque a nosotros en esta cruzada por nuestros hijos se nos va la vida. Necesitamos una respuesta. Necesitamos que nuestros hijos ya no sean NN
Raquel G de Ugalde
Haedo, Pcia. De Buenos Aires.»
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