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Colocaron en la EETP Nº 483 «El Industrial» de Venado Tuerto, Santa Fe, una gigantografía del Cementerio de Darwin

19 Jun 21
Alberto Mena
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La idea surgió por iniciativa de la preceptora Raquel Barrionuevo, quien se conmovió al ver el documental «Héroe Corriente»

El 2 de abril de 2021 CINE AR TV, el canal de televisión del Instituto Nacional de Cinematografía y Artes Audiovisuales, INCAA, volvió a programar el documental “Héroe corriente”, dirigido por Miguel Monforte, con motivo del Día del Veterano y los Caídos en la Guerra de Malvinas. El largometraje fue exhibido asimismo al día siguiente por el mismo canal.

“Héroe corriente” recorre la vida de Julio Aro y su lucha, con el apoyo de la Fundación No me olvides, para lograr la restitución de identidades de caídos en Malvinas que durante más de tres décadas permanecieron como “soldados solo conocidos por Dios”.

Como en otras oportunidades, la repercusión de la emisión no tardó en llegar. Personas de diferentes lugares del país que vieron el documental, se pusieron en contacto por distintas vías con su protagonista, Julio Aro, y también con su director. Uno de esos casos es el de Raquel Barrionuevo, preceptora de la de la EETP Nº 483 «El Industrial» de Venado Tuerto, Santa Fe, quien no solo quiso expresar su emoción, sino que también se puso en acción para lograr que en el colegio donde trabaja desde hace muchos años se pueda ofrecer un espacio de memoria y malvinización.

Debajo su relato:

UNA PARED MALVINERA, PARA CUBRIRLA DE AFECTO

El pasado 2 de abril, como cada año, seguí por los medios masivos de comunicación y redes sociales todos los eventos relacionados a la guerra de Malvinas. Cada año algo nuevo me conmueve y motiva de manera peculiar. Este año fue el documental “Héroe Corriente”, realizado por Miguel Monforte, miembro de la Fundación No me olvides, junto a un equipo técnico autogestionado.

La Fundación trabaja desde hace años en la búsqueda de la identidad de los soldados argentinos caídos y enterrados bajo una lápida donde no aparece su nombre, por desconocimiento del mismo.

Algunos de esos jóvenes soldados eran correntinos, y fue el caso del soldado Gabino Ruiz Díaz quien motivó esta larga y difícil tarea.

La madre de Gabino viajó a Malvinas cuando al fin cada familia pudo ir en busca de sus hijos, pero desconocía cuál de aquellas cruces estaba custodiando los restos de su hijo,

entonces dejó que Dios la guíe (esas fueron sus palabras) y colocó flores sobre la lápida que podría haber sido para Gabino o para otro SOLDADO ARGENTINO SÓLO CONOCIDO POR DIOS.

Mucho tiempo después supo que las flores descansaron muy cerca de la tumba de su hijo, donde hoy sí está escrito su nombre porque los “Nomeolvides” cumplieron el objetivo.

Contacté al excombatiente Julio Aro y por su intermedio a Miguel Monforte, ambos pertenecientes a la Fundación, quienes me dieron pronta respuesta a mis escritos, en los cuales les comento que en El Industrial de Venado Tuerto, dos aulas llevan el nombre de nuestros ex combatientes, ex alumnos, y en el caso de uno de ellos, ex profesor. Les cuento además mi experiencia personal acerca de aquella guerra, de aquel 1982 y mis apenas 12 años de edad, de la carta que escribí “para cualquier soldado que no recibiera ninguna” y la respuesta que recibí días después; y sobretodo enfaticé mi preocupación por el olvido, por la falta de sentimiento de cercanía y pertenencia de nuestros adolescentes de hoy con la guerra de aquel entonces. Citando a Camus en su libro La Peste, transcribí: «…un hombre muerto tiene peso cuando lo ha visto uno muerto, cien millones de cadáveres sembrados a través de la historia, no son más que humo en la imaginación…»

Mientras veía el documental pensaba en eso, en el nombre sobre la lápida y el rostro, y entiendo desde las entrañas que el nombre es lo que hace a la persona ser único y no cualquier otro, pero si tiene rostro, es indefectiblemente real.. Entonces pensé ésto: si los alumnos vieran el plano del cementerio en Malvinas, con los nombres y sus jóvenes rostros, algunos apenas niños, e invitáramos una vez más a los excombatientes, bastaría con que uno de ellos diga «a él lo conocí…» para que los chicos (y grandes) entiendan que no es una película ni una historia que se cuenta, que fue tan real como ese hombre que lo está contando, y comprenderían la importancia de la identidad de todos, todos, absolutamente todos los soldados argentinos sólo conocidos por Dios.

Entonces me atreví a solicitarle a Julio Aro y a Miguel Monforte el plano del Cementerio de Darwin que ellos mostraron, y la respuesta inmediata fue SÍ, POR SUPUESTO.

Primero lo hice imprimir en un tamaño que impacte, para que los rostros de los soldados sean perfectamente visibles, resultaron 2,30 mts de ancho por 1,20 de alto, en lona e impresión de excelente calidad.

Lona en mano me acerqué de a una a las aulas de quintos y sextos años. Sutilmente les hablé de todas las cuestiones mencionadas: la vida, la juventud, la muerte, la importancia del rostro, la memoria, el recuerdo… y después, simplemente desplegué la lona frente a ellos y los observé….

El silencio fue lo más impactante, hablaba a gritos. Algunos lloraron, otros pudieron hablar, otros acariciaban la imagen, otros la recorrieron íntegra con la mirada… Todo lo que imaginé que pasaría, pasó. Y los de quinto, los más inquietos, fueron los motores de todo lo que vino después, el enmarcado, la elección de la pared, la idea de cómo pintarla y el compromiso de «cuidar» ese plano cada día.

Lamentablemente lo colgamos sin alumnos, cada día fui sacando fotos y enviándoselas para que no dejaran de sentirse parte del proceso.

No llegamos para el 14 de junio como queríamos, pero estuvimos muy cerca, el 15 de junio concretamos el proyecto, «… el único día que debería conmemorarse de una guerra es el día que termina…», y este 14 de junio acaban de cumplirse 39 años de aquel último día. Hoy el Industrial tiene la «pared Malvinera», el eterno homenaje para con aquellos chicos caídos; lo que vendrá cuando vuelvan los chicos, lo que estoy esperando con ansias, es ser testigo de ese momento en que alguien se detenga frente a la imagen…y se deje llevar por un sentimiento.

Agradecimientos: primero, a los NoMeOlvides, después a mis directivos Alejandro Baroni y Zulma Gallo, porque corresponde aclarar, dentro del colegio no soy más (ni menos) que una simple preceptora con ideas, y nunca me dicen que no; ¡a los alumnos!; a la Diseñadora Gráfica María Victoria Menegozzi, a los chicos de La Marquería quienes aceptaron el desafío de enmarcarlo, a la Asociación Cooperadora del Industrial (de lujo), a Hernán, asistente escolar que pintó la pared sólo porque se lo pedí, y a mis compañeros de trabajo con sus aportes valiosos.

Raquel Barrionuevo

Preceptora (desde que tenía 19 años) de la EETP Nº 483 «El Industrial» de Venado Tuerto, Santa Fe, ARGENTINA

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